¿Qué nos pasa cuando estamos frente a un niño/a que llora desconsoladamente, se enoja, frustra y tiene una rabia descontrolada? ¿Reconocemos estas “pataletas” como la expresión válida de sus emociones? ¿Nos hacen pensar qué sentimos nosotros, pensar cómo nos autorregulamos y empatizamos desde la comprensión?
Vivimos en un mundo rápido y adultocentrista, que no da respiro y agobia, que nos desconecta de lo que realmente importa. Muchas veces, queremos y buscamos solo la “obediencia” de nuestros niños/as para simplificar el tiempo y nuestra labor como padres. Es en estos momentos de cansancio, desconexión e inmediatez en que podemos dar un vuelco para ser conscientes, respirar, calmarnos y ponernos en su lugar.
Como adultos es fundamental, y como lo expresa Felipe Lecannelier en su libro A.M.A.R, que comencemos a mentalizar a “…preguntarse por lo que puede estar sintiendo mi hijo/a, lo que necesita en ese momento, o lo que quiere expresar (pero no puede) …”. Esta mentalización nos permite evitar juicios, categorías y pensamientos negativos frente al niño/a y nos desarrolla una actitud positiva que nos ayuda a comprender lo que le ocurre y a validar sus emociones. ¿Cómo puedo mentalizar? Podemos comenzar por atender su mirada, observando su expresión facial o postura corporal y preguntarnos qué puede estar sintiendo o necesitando… qué me quiere comunicar.
Los estudios dicen que la mentalización es una herramienta poderosa y determinante a la hora de generar cambios en las familias que desean un cuidado respetuoso. Y no sólo eso, gracias a ella comenzamos a “trabajar nuestra empatía” para la cual es fundamental el conectarnos con nosotros mismos. De esta forma podemos calmar el cerebro emocional para usar el cerebro mentalizador (racional) y así evitamos proyectar en el niño/a nuestras emociones negativas.
Para educar las emociones de nuestros hijos/as, necesitamos atender las nuestras, y aunque a veces nos pongamos ciegos, debemos ser capaces de abrir los ojos: Nuestras emociones y las de ellos están unidas.
En esos momentos de estrés o cuando lidiamos con sus “pataletas”, y la automentalización nos lleva a preguntarnos ¿qué me pasa?, ¿qué es lo que me molesta?, ¿cómo es mi expresión facial?, ¿cómo es mi voz, mi mirada, mi postura?, debemos tener en cuenta que “los niños/as no aprenden necesariamente de nosotros lo que decimos, sino más bien el cómo actuamos y reaccionamos” (Felipe Lecannelier, A.M.A.R) Si queremos viajar por el camino del cuidado respetuoso debemos comenzar a respetarnos y a conocernos a nosotros mismos
Ánimo queridos pamadres…No existen los padres perfectos, pero al menos podemos comenzar a ser padres más conscientes y respetuosos…
Aileen Stuart – Educadora de Párvulos/Diferencial. Mamá de Renato de 4 años y Antonia 1 mes.