Fuiste el impulso, que me permitió dedicarme a ser feliz.
Antes de ti nunca me detuve a pensar tantas cosas que hoy pienso, menos a sentir tanto que hoy siento.
Antes de ti, nunca me detuve a cuidar, ni a contener y solo con tu llegada me di cuenta que si no lo hacía conmigo, claramente no podría entregártelo.
Camine sin rumbo algún tiempo, en búsqueda de teoría que orientara mi camino, ninguna podía ser aplicada desde un ser roto, conflictuado, triste, sumido en el miedo y en el dolor. Vinieron luces desde distintas prácticas, pero la luz más grande fueron tus ojitos bellos…llenos de paz.
Me construí, me hice cada día más valiente, hice renuncias, que jamás pensé haría.
Me hice consciente y responsable de mi.
Comprendí que este tránsito es eterno y que ambos estaremos en continuo aprendizaje, que la tarea no se concluye, pero cada paso se disfruta y se abraza.
Hoy no me queda más que agradecer, por todos los desafíos que trajiste a mi vida, porque orientaste aún mejor mi propósito. La maternidad ha sido mi maestra, la que me ha permitido maternarme, abrazarme, valorarme y cuidarme. La maternidad me permite ser y hacer poesía, respirar cada minuto en agradecimiento, verte crecer, feliz y confiado, lleno de preguntas pero también con la certeza de un amor fluido, que habita en la confianza, en el respeto y en la reciprocidad.
Ser (tu) madre me hace profundamente feliz.
Mariajosé Calderón