Es complejo hablar sobre la violencia. Sobre todo, en un mundo en donde nuestra cotidianidad está rodeada de ella y al comenzar la mañana o llegar la noche, en la televisión las noticias sostienen sus contenidos en torno a robos y asaltos, crímenes, maltrato, violencia de género, etc. Cuando somos violentos maltratamos a otro, cuando manejamos, en el metro, a la cajera del supermercado o a nuestros hijos. Incluso, pareciera que ya estamos insensibilizados: “qué más da, a mi me pegaron cuando chico y ahora estoy super bien”. Entonces todos hablamos de violencia, y nos horrorizamos de nuestra sociedad, sin embargo, ¿Soy capaz de reconocer mi violencia? ¿Puedo ver que generalmente descargo mi violencia con quienes más amamos generando malos tratos?

Pero ¿Dónde nace la violencia? una frase de Laura Gutman me llevó a cuestionar esa mirada y mi actuar: “Desde el punto de vista del bebé, toda experiencia sin suficiente apoyo y sostén es violenta. Porque actúa en detrimento de las necesidades básicas”. Esta afirmación nos habla de la sutileza de la cotidianeidad. En esos momentos de agobio, cansancio, incomprensión y soledad, donde muchas veces no somos capaces de responder a las necesidades de nuestro bebé. Es en esos contextos donde comienza el círculo de la violencia, cuando poco a poco comenzamos a internalizar acciones y normalizamos situaciones violentas hacia nuestros hijos o hacia nosotros mismos. Y es así como esta semillita se expande a todos los ámbitos de nuestra vida y a nuestra sociedad.

Nuestro país en los últimos años ha sido testigo de crímenes a niños menores de dos años por parte de sus propios cuidadores, hechos dolorosos que nos muestra una cruda violencia física y sexual a la que están expuestos algunos niños. Es por ello que la Red Chilena de Crianza Respetuosa no puede ser indiferente a lo qué es la violencia y cómo podemos abordarlo como un tema de país para proteger la infancia de nuestros niños. Los datos son reveladores: el 73,6% de los niños afirma haber recibido algún tipo de violencia, donde el 26% se ha expuesto a violencia física grave (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF) Y nos preguntamos ¿Cuándo hay maltrato? Generalmente lo materializamos en el golpe o cuando existe una violencia sexual, ambos casos como expresión máxima de la violencia. Pero esto se hila más fino, presentándose cuando ridiculizamos, amenazamos, intimidamos, rechazamos, discriminamos e incluso cuando metemos la cuchara fuerte en su pequeña boca. Somos violentos y maltratamos cuando hay descuido, abandono o negligencia en el desarrollo del niño, sin respetar sus tiempos y sus procesos evolutivos, más aún en casos extremos, cuando les negamos salud, educación, buena nutrición y no propiciamos condiciones seguras para su crecimiento.

Nuestro país, mediante la Ley 21.013 tipifica el delito de maltrato de menores sancionando conductas de violencia físicas que produzcan o no lesiones o generen menoscabo a la dignidad humana, las cuales se penalizan con presidio menor a quienes tengan un deber especial de cuidado o protección respecto a la víctima. Si tenemos dudas ante una persona que cuidará a nuestro hijo, podemos consultar en el Registro de Inhabilitación para trabajar con menores de edad presentado por el Registro Civil e Identificación.

¿Qué puedo hacer si soy violento? Buscar ayuda y sanar a nuestro niño interno. Detrás de cada acto violeto, mala palabra, etiqueta negativa o maltrato se encuentra nuestra infancia desprotegida y ese niño enojado o abandonado que sigue presente en cada uno de nosotros. La maternidad o paternidad es una invitación para tomar nuestro niño olvidado para cobijarlo y ser escuchado, de esta forma podemos vincularnos desde el amor y sentir realmente que estamos disponible para nuestros hijos.

Tomando conciencia de nuestra niñez podemos cambiar nuestra historia y entregar lo mejor a nuestros hijos, cortar con los círculos de violencia y entregar nuestro granito de arena para nuevos tiempos de paz y fraternidad.